jueves, 18 de enero de 2018

El comienzo de la vida pública de Jesús es un clamoroso éxito. Todo el mundo le sigue, pues su fama de curar y hacer milagros se ha extendido por todos los lugares, y a Él acuden de todas partes. Su presencia produce aglomeraciones y tiene incluso que parapetarse bien para poder mantenerse alejado y que no le atropellen.

Sin embargo, pronto la cosa empieza a torcerse y se ve en Él a un intruso que usurpa el nombre de Dios y se arroga el poder de perdonar los pecados, Los escribas y fariseos empiezan a verlo como un peligro que amenaza su estructura religiosa y de poder y maquinan como quitarlo del medio.

Y con esas amenazas, aquel éxito de entrada en su vida pública empieza a parecer un fracaso. Todos empiezan a apartarse de Él y a dejarlo solo. Al parecer su fe sólo buscaba resolver su problema y nada más. No era una fe que llegaba al corazón y movía a cambiar el rumbo de sus vidas. Pocos, por no decir nadie se atrevía a confesarle Hijo de Dios.

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