En algunos ocasiones, parados
en un momento del recorrido de nuestra vida, reflexionamos y descubrimos que
hemos llegado hasta aquí gracias a muchas dificultades que, en su día fueron
obstáculos, pero que contribuyeron a darnos fuerzas e impulsos para luchar y
seguir adelante. Experimentamos que gracias a ellas hemos crecido y madurado.
Pero, sucede que hay
situaciones irreversibles a las que no les vemos salidas y nos acordamos de
Dios. Tanto en el terreno de la enfermedad como en el de nuestras relaciones
con los demás, en incluso con nuestros hábitos y dependencias a las que hemos
sido sometido. Creamos o no, pensamos que sólo Él puede sacarnos de ese
problema.
Tras la experiencia con Jesús, experimentamos como una
bendición esa enfermedad, adicción o problema, porque, por ella, hemos
encontrado al salvador de la vida. Ese salvador que mora dentro de nosotros y
nuestras enfermedades y problemas nos lo tenían cegado. Por eso, experimentar
nuestra pobreza nos pone en camino directo con el Señor.
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