Si te abandonas experimentas que volver a la actividad
diaria te cuesta enorme esfuerzo. Experimentas que el ejercicio es necesario,
pero también la penitencia. Necesitas esfuerzo para dominar tu voluntad y
encauzarla en verdad y justicia. Y ello exige esfuerzo diario y continuado. Por
eso, la oración es el ejercicio que te mantiene espiritualmente y te da
equilibrio, tanto físico como espiritual.
Abandonado y alejado de la Palabra de Dios, te expone a
quedarte en manos del Maligno. Tus oídos y tus ojos, aunque abiertos, ni oyen
ni ven. Escuchan pero no oyen, y abren los ojos, pero no ven. Están
anquilosados por las cosas del mundo y sometidos a sus placeres y vicios.
Por eso, damos
gracias a Dios, porque, por la acción de su Espíritu, nos mantenemos
perseverantes y a su lado, y con los oídos y ojos abiertos a la acción del
Espíritu. Y en eso ponemos todo nuestro esfuerzo y colaboración por la libertad
que se nos ha dado, abandonando a la Gracia de Dios para permanecer en su
Palabra.
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