Somos muy propensos a la
crítica y al juicio. Y medimos nuestros juicios según nuestras preferencias y
simpatías. Y se esconde ahí nuestro pecado. Porque en la medida con la que
emitas tus juicios serás tú también medido. Por lo tanto, procura ser prudente
y cauto.
Pero, sobre todo, habla con
verdad, justicia y misericordia. Porque, todos podemos caer en el error y el
pecado, pero somos perdonados por la Misericordia de Dios. Y es esa
Misericordia la que nos salva y la que, también, nos exige practicarla y
vivirla con los demás.
Tengamos, pues, en cuenta que de la misma manera que
juzgamos, también nosotros seremos juzgados. Así que si tratamos de juzgar en
la verdad y justicia, y con misericordia, también nosotros seremos juzgados con
justicia, verdad y misericordia. Y nuestro Padre nos perdonará.
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