Ponernos en lugar de otro nos enseña a comprenderlo y a
saber perdonar. Porque cuando experimentamos injusticias tratamos de
resistirnos y de luchar contra ellas. Comprendemos que no estaría bien
derivarla sobre otros, pues si no la queremos para nosotros, ¿cómo podemos
quererlas para otros?
Y, a la hora de pedir justicia, debemos tener en cuenta que,
no sólo debe importarnos nuestro bienestar, sino también el bienestar de los
demás. Porque, pedimos al mismo Padre, y es Padre de todos. Y eso nos hace
hermanos. Por lo tanto, debemos amarnos y perdonarnos.
Y no podremos
presentarnos delante de nuestro Padre, si antes no hemos procurado defender a
los más pequeños y necesitados, y, sobre todo, perdonar a los que nos han hecho
mal. Porque en la medida que perdonemos, así también seremos perdonados por
nuestro Padre.
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