Nuestra propia tierra es una viña que, bien cultivada, debe
de dar buenos frutos. Pero, nos ha sido dada en alquiler durante un tiempo concreto.
No sabemos cuánto, pero mientras está a nuestro cargo y debemos cuidarla y
hacerla producir. Debemos aprovechar el tiempo y dar buenos frutos.
El mundo es una Viña universal que depende de la labor de
los viñadores a la que ha sido dada. Y esa labor dependerá del trabajo y
dedicación de cada uno. La Iglesia debe cultivarla y cuidarla, pero también
estará relacionada con el papel de cada viñador.
Es la Iglesia la suma
de pequeñas iglesias domesticas, que, unidas y bien relacionadas, en común solidaridad
transforman el mundo y dan buenos y hermosos frutos cuando venga el Hijo,
enviado por el Padre, a recogerlos.
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