martes, 9 de mayo de 2017

Hay una pregunta que flota en el ambiente: ¿No nos pasa a nosotros algo parecido hoy, después de más de dos mil años? ¿No pedimos nosotros pruebas, resurrecciones y milagros de todo tipo? ¿Nos convenceríamos? Porque, al parecer, el Señor sigue entre nosotros y seguimos ignorándolo.

No se explica ni se comprende por qué unos creemos y otros no. También, por qué para unos su fe es comprometida y otros caminan a dos velas;  unos se esfuerzan en morir para dar frutos, y otros viven buscando la comodidad y sin comprometerse. Porque Dios da la fe a quien se la pide.

Posiblemente, ahí está la diferencia. El Señor sabe quien de verdad quiere responder, y quien, aunque lo aparenta, se instala en sus propios egoísmos y esconde la mano. El Señor sabe lo que palpita dentro del corazón de cada uno y dará su Gracia a aquel que de verdad está dispuesto a dejarse revestir de verdadera humildad.

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