Todos sabemos por experiencia que lo alcanzado y logrado es
producto del esfuerzo y de la constancia. Quien no insiste y persiste no logra
nada. El esfuerzo continuado es la consecuencia de los buenos resultados. Y eso
descubre la necesidad del trabajo y del esfuerzo.
Jesús, el Señor, no se cansa de decírnoslo. Lo hace, durante
su peregrinar hacia Jerusalén, en muchos momentos. Nos habla del juez injusto
-Lc 18, 1-8- y nos pone el ejemplo de la pobre viuda que no desfallece e
insiste en pedir su atención. Y hoy también nos dice -Mt 7, 7-12- la necesidad
de pedir, buscar y llamar.
Y, también los
hombres y mujeres descubren y experimentan la necesidad de pedir; la necesidad
de buscar, y la necesidad de llamar. Porque a quienes piden, se les da; quienes
buscan, encuentran, y a los que llaman, se les abre. Y es que nuestro Padre
sabe de nuestras necesidades y, aun conociéndolas, espera y quiere que se las
pidamos, porque eso descubre nuestra buena intención y reconocimiento.
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