La fama no se puede esconder. Una vez que la gente se entera
de lo que haces, te buscan y procuran conseguir de ti tus favores. No es fácil
escapar a la búsqueda e interés de las personas. Eso le pasó a Jesús, que
callando su ubicación no pudo evitar ser descubierto. Y fue abordado por las
personas que estaba atento a sus pasos.
El Evangelio de hoy nos habla de una mujer siriofenicia. Es
decir, extrajera o pagana. No perteneciente al pueblo judío, el elegido. Y
Jesús aprovecha la ocasión para probar su fe. Le dice que primero están los
hijos del pueblo, pues no está bien quitárselo y echárselo a los perritos.
Pero la mujer no se
calla. Argumenta su búsqueda y justifica su interés. Responde exigiendo que
también los perritos comen bajo la mesa las migajas de los niños. Sorprendente
testimonio de fe que espera y confía en la misericordia y generosidad del
Señor.
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