Hoy nos ocurre algo parecido
a lo que el Evangelio nos narra hoy. El templo, la casa de oración que los
cristianos tenemos para celebrar la Eucaristía y buscar espacios de oración, se
hace a veces incómoda. Sobre todo en celebraciones puntuales y Eucarísticas. Sin
darnos cuenta hablamos más de la cuenta.
Y sucede que la convertimos
en lugar de encuentro y reunión entre nosotros. Sin darnos cuenta dejamos al
Señor en un segundo plano y nos fijamos más en vernos y saludarnos. Es posible que
esa no sea nuestra intención, pero debemos aprovechar el Evangelio de hoy para
revisarnos en ese aspecto.
Tomar conciencia que el templo es un lugar y espacio
donde nos encontramos con el Señor. Es verdad que el Señor está en nosotros, y
somos templo del Espíritu Santo, pero también está bajo las especies de pan y
vino en el Sagrario. Es un lugar santo que debemos respetar. Y sobre todo en
los momentos de la consagración Eucarística.
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