Recordamos nuestro bautizo, donde fuimos sumergidos en el
agua y renacidos en el Espíritu a la Vida de la Gracia y regenerados como hijos
de Dios. Mantengamos ese fuego del Espíritu vivo, ardiendo y limpio como
renacidos del agua, pero encendido y dando fuego de amor.
Por eso, el Señor, nos dice hoy que no viene a traernos la
paz, esa paz acomodada y apoyada en el confort, en el egoísmo y sufrimiento de
los demás. Jesús nos anima a estar inquietos, a prender nuestros corazones de
verdadero fuego de amor y del agua bautismal que quita la sed y da vida eterna.
Esa es la lucha que,
desde la verdad y la paz, nos enfrenta con aquellos que rechazan la verdad y
tratan de confundir e impedir que otros sigan el verdadero camino de la luz y
la salvación. Y nos encontraremos en muchos casos divididos y enfrentados, pero
con la espada del amor.
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