No nos acordamos de santa Bárbara sino cuando truena. Ese es el refrán y también la realidad. Porque ocurre así. Sólo en los momentos de vacas flacas es cuando levantamos la cabeza y miramos al cielo. Y el Señor aprovecha esos momentos para iluminarnos y hacernos caer en su presencia.
Pero nosotros, indiferentes,
seguimos exigiendo pruebas y signos. Y eso que todo lo hemos recibido de forma
gratuita. No merecemos tanta misericordia y tanta paciencia. Y no se nos dará
otra prueba que la Resurrección del Señor. Es el pilar y fundamento de nuestra
fe.
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