sábado, 12 de marzo de 2016



Si no eres capaz de distinguir el bien del mal, ¿cómo es posible que cualquier maniobra, debilidad o respuesta pueda hacer tambalear tus criterios y tu fe? Porque no sabes realmente qué debes hacer, pues no conoces la verdad.

Resulta que, sabiendo dónde está el bien, podrás descubrir el camino que debes tomar para evitar el mal. De ahí la importancia de conocer la verdad y la mentira. En eso juega mucho nuestra propia experiencia y formación, pero, lo más, nuestro conocimiento del Señor Jesús en quien creemos.

En esta dinámica, lo mejor es saber y dejarse asesorar. Pero no por un cualquiera, incluso siendo una persona aparentemente respetable y bien formada. Lo único verdadero es la Palabra del Señor, y es en Ella donde debemos poner toda nuestra confianza y crédito.

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