Cuando tu corazón está abierto a la
reconciliación, las diferencias o problemas no crecen sino todo lo contrario,
tienden a menguar hasta desaparecer. Quizás no coincidan, pero no se distancian
ni se alejan. Están prestos y cerca a la corrección fraterna.
La semilla de la soberbia está sembrada
en nuestro corazón, es el pecado, que nos amenaza y nos despierta la ira con la
que alimentamos la soberbia y el rechazo a aceptarnos en el error o reprendido
por aquel al que consideramos menos que nosotros.
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