Resulta fácil decirlo, pero muy difícil hacerlo. Porque, la
fe es un don de Dios y sólo Él puede darla. También, en este caso, necesitamos
ser perseverante y constante en la oración, y, sobre todo, ser paciente y
confiado. El Señor está ahí, no se ha ido. Ha Resucitado y tiene poder para
aumentar nuestra fe y llenarnos de esperanza.
Claro que me cuestiono mi fe. He confesado en algunas
reflexiones que mi fe es poca y pobre, sobre todo en el pasaje evangélico donde
el Señor habla de los signos que acompañarán a los que creen en Él y son
enviados. Me quedo corto y experimento que no soy capaz ni digno de
representarle. Ahora y siempre será una buena ocasión para, apoyado en la
oración, pedirle esa fe.
Sí, Señor, necesito
más fe. Una fe que Tú sabes que persigo y que experimento que no tengo. Una fe
que no sólo me empuje a hacer algunas obras y trabajos, sino que sea capaz de
lanzarme a la otra orilla, abandonándome sólo a tu seguridad no a la mía. Una
fe que me haga capaz de dejar todo en tus Manos y no pensar en las mías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.