No se nos pasaría por la cabeza que alguien deseara la
muerte. Todos queremos vivir, pero vivir en plenitud de gozo y de felicidad.
Esa es la vocación del hombre, la vida eterna. Todos sus esfuerzos van
dirigidos a crecer en conocimientos que le procuren una vida mejor y duradera.
Pronto, el hombre intuye que tiene la carrera perdida. Eso
no le desanima en el esfuerzo de seguir luchando e intentando prolongar su
felicidad y su vida. El tiempo le va minando sus esperanzas, pero siempre
espera avanzar y ganar vida y salud. Es obstinado, porque, a pesar de que lo
que siente es eternidad, empieza a perder la esperanza de lograrlo.
Y su obstinación es
tal que llega incluso a rechazar al Cristo Vivo que, crucificado y muerto en la
Cruz, Resucita venciendo a la muerte y revelándonos que es el Hijo de Dios, el
Cordero que nos salva y nos da la Vida Eterna. Realmente, el mundo, gobernado
por el demonio, ciega y confunde al hombre. Y tú, ¿dónde te apuntas?
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