Necesariamente, previo a las preguntas que nacen en tu
corazón, tendrá que existir una disponibilidad y exigencia para el cultivo de
las mismas. Sin inquietud ni disponibilidad las preguntas quedan enterradas en
el lodazal del mundo que te ahoga y te distrae.
Pero, también, una vez cultivadas esas preguntas en tu
corazón hay que tratar de darle respuesta. Y eso exige estar atento, expectante
y en disponibilidad de espera. Una actitud vigilante con la lámpara encendida
para, tras ver la señal o a quien se espera, ponerse en camino.
De eso nos habla el
Evangelio de hoy. Andrés y Juan, ambos discípulos de Juan el Bautista, estaban
atento y expectantes. Esperaban al Mesías, que no conocían. Creyendo que era
Juan, fueron advertidos por él que el Cordero de Dios era otro. Precisamente,
Aquel que pasaba en ese momento delante de ellos. E invitados por Juan le
siguieron porque querían conocerle y saber dónde vivía.
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