El hombre piensa que la fama le puede dar poder, influencia,
prestigio y felicidad. Y, una vez más se equivoca. Puede ser famoso, tener
poder, ser influyente y tener prestigio, pero felicidad no. A lo sumo puede ser
algo feliz por algún tiempo, pero esa felicidad no es de buena calidad. Caduca
y desaparece. No se mantiene en el tiempo.
Hay momentos que experimentamos una gran felicidad, y eso
ocurre cuando, olvidándonos de nosotros mismos, nos ponemos en disponibilidad
de servir a los demás. No por caprichos ni para disfrute de otros, sino por
necesidad y pobreza de aquellos que necesitan ayuda. Entonces, aunque nos
mortificamos, experimentamos gran gozo y paz.
Y esa paz y gozo se
mantiene. No se va. Está siempre dentro de nosotros y nos recuerda que ese es
el camino de la felicidad, darnos gratuitamente y por amor. Es algo así como la
zarza que no se consume. Está siempre presente en nosotros y nos alienta a
perseverar y sostenernos con alegría y esperanza. Es lo que sintió María al
manifestar el canto del Magnificat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.