viernes, 22 de diciembre de 2017

El hombre piensa que la fama le puede dar poder, influencia, prestigio y felicidad. Y, una vez más se equivoca. Puede ser famoso, tener poder, ser influyente y tener prestigio, pero felicidad no. A lo sumo puede ser algo feliz por algún tiempo, pero esa felicidad no es de buena calidad. Caduca y desaparece. No se mantiene en el tiempo.

Hay momentos que experimentamos una gran felicidad, y eso ocurre cuando, olvidándonos de nosotros mismos, nos ponemos en disponibilidad de servir a los demás. No por caprichos ni para disfrute de otros, sino por necesidad y pobreza de aquellos que necesitan ayuda. Entonces, aunque nos mortificamos, experimentamos gran gozo y paz.

Y esa paz y gozo se mantiene. No se va. Está siempre dentro de nosotros y nos recuerda que ese es el camino de la felicidad, darnos gratuitamente y por amor. Es algo así como la zarza que no se consume. Está siempre presente en nosotros y nos alienta a perseverar y sostenernos con alegría y esperanza. Es lo que sintió María al manifestar el canto del Magnificat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.