sábado, 9 de diciembre de 2017

Cuando alguien piensa en quitarse la vida, posiblemente, la consecuencia, es que la esperanza ha huido de su corazón. Está invadido por la depresión y nada le invita a seguir su camino. Todo ha terminado, y le da lo mismo terminarlo aquí o allí. Para él ha llegado el final.

Jesús siente compasión de la muchedumbre que le sigue. Les ve vejados y abatidos. Sufren enfermedades y padecen vejaciones. Están desesperanzados. Necesitan pastores que les animen y les infundan esperanza. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies». 

¿Nos sentimos nosotros comprometidos a colaborar en esta misión? ¿Pensamos que esas palabras de Jesús van dirigidas a nosotros? ¿Desde tu atalaya puedes tú colaborar a ser agente de pastoral para animar al rebaño que tienes cerca? ¿Crees que, injertado en el Espíritu Santo, puedes pastorear y esperanzar a aquellos que la vida ha puesto a tu lado?

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