lunes, 27 de noviembre de 2017

Una cosa es entregarnos al mundo y otra muy distinta tratar de estar en el mundo y vivir sin pertenecer a él. Porque, lo primero es autoengañarnos y distorsionar la realidad, pues, entregándonos al mundo significará que dejaremos a Dios y nos dedicaremos a gozar de lo que el mundo nos ofrece.

Necesitamos alejarnos de todo aquello que, oliendo a mundo placentero, cómodo, ambicioso, exitoso, de fama y hedonista, nos pervierta y nos aleje del espíritu de fraternidad y amor. Necesitamos fortalecernos en un espíritu que nos lleve a sensibilizarnos en el compartir y desterrar el sufrimiento y la injusticia.

Necesitamos, como aquella viuda pobre, abrir nuestros corazones y disponernos a estar en una actitud de entrega, de servicio y de esfuerzo en compartir fraternalmente nuestras vidas con aquellos que más lo necesitan y quienes menos tienen.

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