Suele ocurrir, incluso en las mismas familias, que se mueven
y se relacionan buscando intereses. Sus amistades están fundamentadas en las
conveniencias, favores e intereses. Y les señalan a sus propios hijos con
quienes le convienen tener relaciones de amistad. Por eso, cuando este interés
decae, el alejamiento y olvido nace repentinamente.
El Evangelio de hoy nos cuenta esa escena que muy bien
retrata, no sólo aquella época de Jesús, sino todas las épocas, también la
nuestra. De los nueves leprosos curados, sólo uno toma conciencia del regalo de
su curación y vuelve para agradecerlo. Los otros nueves, curados, se han
olvidado de quien los ha curado.
Igual nos puede estar
ocurriendo a nosotros. Se nos ha dado la vida y la opción de salvarnos para la
eternidad y hacemos mutis por el foro sin tomar conciencia de lo que realmente
estamos haciendo. Nos olvidamos de quien nos ha salvado y no le reconocemos ni
le damos gracias. Quedamos sometidos a las seducciones de este mundo y nos
perdemos.
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