domingo, 12 de noviembre de 2017

La preparación y la vigilancia es algo inherente a nuestro camino. Caminamos para mejorar y vigilamos para no caer ni tropezar con los obstáculos que se nos presenta en el camino. Por lo tanto, es lógico suponer que necesitamos prepararnos constantemente, y estar vigilantes en esa preparación, porque la vida nos seduce y nos invita a la relajación, que no siendo malo, si puede distraernos y confundirnos.

Si miramos bien y detenidamente el Evangelio de hoy, experimentamos que esas diez vírgenes nos representan a todos de nosotros. La cuestión está en discernir donde te encuentras tú y también, por mi parte, yo. Nadie va a responder por la medida de ese buen aceite que debe llevar tu alcuza. Te corresponde a ti llenarla.

Ahora, ¿llenarla de qué? De ese aceite que te mueve a la confianza y la fe; al bien obrar; a la búsqueda de la verdad y la justicia; al preocuparte por construir, dese tu propia atalaya, un mundo mejor; a estar en disponibilidad y actitud de servicio, de colaboración, de solidaridad; a vivir en el esfuerzo de unidad y de comunidad que nos ayude a mantenernos despiertos y preparados a la hora de la llegada del Señor.

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