La preparación y la vigilancia es algo inherente a nuestro
camino. Caminamos para mejorar y vigilamos para no caer ni tropezar con los
obstáculos que se nos presenta en el camino. Por lo tanto, es lógico suponer
que necesitamos prepararnos constantemente, y estar vigilantes en esa
preparación, porque la vida nos seduce y nos invita a la relajación, que no
siendo malo, si puede distraernos y confundirnos.
Si miramos bien y detenidamente el Evangelio de hoy,
experimentamos que esas diez vírgenes nos representan a todos de nosotros. La
cuestión está en discernir donde te encuentras tú y también, por mi parte, yo.
Nadie va a responder por la medida de ese buen aceite que debe llevar tu
alcuza. Te corresponde a ti llenarla.
Ahora, ¿llenarla de
qué? De ese aceite que te mueve a la confianza y la fe; al bien obrar; a la
búsqueda de la verdad y la justicia; al preocuparte por construir, dese tu
propia atalaya, un mundo mejor; a estar en disponibilidad y actitud de
servicio, de colaboración, de solidaridad; a vivir en el esfuerzo de unidad y
de comunidad que nos ayude a mantenernos despiertos y preparados a la hora de
la llegada del Señor.
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