sábado, 4 de noviembre de 2017

Aquellos fariseos, relata el Evangelio de hoy, estaban atentos a los movimientos de Jesús. Buscaban algún detalle, suponemos, que les sirviera para acusarle. Sus miradas llevaban mala intención y buscan ridiculizarle o dejarle en mal lugar. Hay miradas, concluimos, y miradas.

Jesús también observaba y advirtió que se afanaban por ocupar los primeros puestos. Ante este hecho les propuso una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. 

Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

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