Sucede que nos encontramos tan
suficientes para solucionar los problemas de nuestra vida que lo que se nos
atraganta y no podemos, lo aceptamos como algo nuestro. Terminamos
sometiéndonos a lo que nos supera y no nos resistimos a lo que nos tuerce
nuestra vida.
En lo más profundo de nosotros
mismos no queremos ser así, ni tampoco actuar como experimentamos que nos
inclina nuestra propia humanidad. Queremos hacer las cosas bien, pero nuestras
propias fuerzas flaquean y se muestran débiles ante la adversidad. Hacemos lo
que no queremos y nos sentimos mal.
Todo depende de nuestra elección. Somos libres para tomar el camino que
queramos, pero sólo hay uno que nos puede salvar. Y ese es el bueno. No está en
la Ley, sino en el Amor. El Amor de Dios es el que nos salva y es al que
debemos agarrarnos. Sólo Él nos conoce y sabe lo que realmente necesitamos para enderezarnos.
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