Sucede en nuestro mundo que
lo que ocupan puestos de responsabilidad son aquellos que se ganan la confianza
de sus jefes y poseen las cualidades que estos les piden. Hay una primera etapa
en la que hay que ganarse la confianza del jefe, y eso se hace cumpliendo sus órdenes
y siéndole fiel. Cuando el dueño confía en su empleado, deposita en él su
confianza.
Sin embargo, puede también
ocurrir lo contrario, que el empleado no se gane la confianza del dueño y este
le sorprenda haciendo no lo que le había mandado. Entonces le apartará y le
despedirá. Por supuesto, el empleado sorprendido cumpliendo las órdenes
mandadas será dichoso y bien considerado. No así con el que es sorprendido
incumpliendo lo mandado.
El Evangelio de hoy nos viene a decir eso, la de estar
vigilantes y preparado haciendo lo que debemos hacer. Cumpliendo el mandamiento
del amor, tal y como el Señor lo cumple con nosotros. Porque, Él ha depositado
toda su confianza en nosotros y nos ha dado libertad para que amasemos como Él
nos ama. Estemos preparados porque vendrá sin avisarnos, y seremos dichosos de
ser sorprendidos amando como Él nos ama.
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