martes, 31 de octubre de 2017

Las emociones nos traicionan. Hoy vemos una cosa de una forma, pero, mañana la sentimos de otra. La conversión no puede ser producto de una emoción, porque se derrumbaría en cualquier momento. La conversión es el resultado de nuestra propia maduración y camino, y eso se va gestando según se camina.

Jesús nos dice: « ¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Ese crecimiento lleva su tiempo y descubre nuestra actitud y fe, porque la fe se demuestra caminando.

La consigna está en no desfallecer ni desanimarse. El camino puede hacerse largo y fatigado, pero nuestra esperanza está puesta en el Señor. El nos ha prometido venir y lo cumplirá, porque el Señor siempre cumple su Palabra. La prueba, la Resurrección de su Hijo, el Señor, entregado a una muerte de Cruz para nuestra salvación.

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