El hombre es un animal atribulado y sufre sus propias
indecisiones. Su libertad para elegir le aflige en muchos momentos y se pierde
en un mar de dudas. La fe nace en la duda, pues para salir de ella se necesita
apoyarse en la fe. Sin duda nuestra fe sobraría, porque al no existir la duda
sobraría la fe.
La incertidumbre y el riesgo exigen fe. Fe en Aquel que su
Palabra te da confianza y de la que nace su Poder de vencer a la muerte. Jesús
ha Resucitado y Él es la señal que nos salva y que nos basta. No hay más
señales pues todo lo necesario está en el signo de la Cruz. Señal redentora y
salvadora.
Por eso, será inútil
recabar y exigir más señales como si de una apuesta se tratara. Es absurdo
exigir pruebas y señales para calmar nuestra incipiente fe y satisfacer nuestra
curiosidad. No haría falta la fe si todo fuese tan cierto y seguro. ¿Para qué
entonces venir el Señor, proclamar y padecer su Pasión? No tendría sentido si
ahora el Señor nos saca de dudas. Te pide tu confianza y tu fe.
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