martes, 10 de octubre de 2017

El hombre, desde siempre, ha buscado la felicidad. Ese objetivo es el punto y encuentro de todos sus esfuerzos y trabajos. El hombre persigue y quiere ser feliz, y para ello no escatima ningún esfuerzo y hasta arriesga en muchos casos su vida. Pero, su obsesión es buscarla en el mundo. No sabe o no quiere saber otro lugar donde buscarla.

Y el resultado es que se pierde y hasta se destruye. Todo lo que el mundo le ofrece no termina por darle esa felicidad que él desea, porque, tan pronto como la recibe, tan pronto desaparece. No termina por quedarse, por permanecer y ser eterna.

Esa es la condición que él pone, la eternidad. Porque una felicidad temporal puede encontrarla en el mundo, pero una plena y eterna se le antoja que le va a ser imposible. Tendrá que mirar para otro lado y hoy, el Evangelio nos da una muy buena pista, María, la hermana de Marta, ha dado con la clave.

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