jueves, 26 de octubre de 2017

Cuando apuntamos alto y deseamos realizar grandes proyectos vivimos y pasamos momentos de angustias. Toda aventura supone riesgo y dolor, y mucha responsabilidad. Cuando nos atrevemos a algo concreto y queremos hacerlo bien experimentamos miedos, tensión y mucha preocupación. Quisiéramos ver a todos ardiendo en entusiasmo y amor.

Sin embargo, sucede que deseamos que arda el corazón de los otros, pero, ¿y los nuestros? Posiblemente, nos preocupemos tanto por cosas y proyectos y no recatemos en que lo verdaderamente importante es que nuestro corazón arda de entusiasmo y amor de Dios. Eso es lo importante y en lo que debemos de apoyar nuestra perseverancia y constancia.

Esa debe ser nuestra consigna, la de caminar en aras de hacer las cosas bien y lo mejor posible, cumpliendo con nuestro deber y responsabilidad y, sobre todo, con nuestro compromiso de bautismo. En él hemos sido configurados en sacerdote, profeta y rey, y fiel a él debemos de realizar nuestra labor. Para ello contamos con la asistencia y la fuerza del Espíritu Santo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.