Hoy observamos en la lectura del Evangelio como Jesús enseñaba y ponía ejemplos muy simples sacados de las estampas de la vida de
cada día. La gente, dice la Escritura, se quedaban admirados con la autoridad
con la que hablaba y exponía sus enseñanzas. Y de cómo expulsaba a los demonios.
Sin embargo, da la sensación que todo empieza y acaba en esa
admiración. Podemos suponer que mucha gente quedó impactada, se transformó y
cambió el rumbo de su vida, pero, también podemos suponer que otra mucha gente
se cerró a su Palabra.
El resultado lo vemos
a nuestro derredor. Hay mucha gente que trata de seguir sus pasos, pero otros
no. Una cosa si es cierta, y es que su fama se ha extendido por todos los
lugares. Jesús transmitía una sencillez y humildad que impresionaba con su
sabiduría y su autoridad de Palabra. Él sabe quién era y como tal hablaba.
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