martes, 5 de septiembre de 2017

Hoy observamos en la lectura del Evangelio como Jesús enseñaba y ponía ejemplos muy simples sacados de las estampas de la vida de cada día. La gente, dice la Escritura, se quedaban admirados con la autoridad con la que hablaba y exponía sus enseñanzas. Y de cómo expulsaba a los demonios.

Sin embargo, da la sensación que todo empieza y acaba en esa admiración. Podemos suponer que mucha gente quedó impactada, se transformó y cambió el rumbo de su vida, pero, también podemos suponer que otra mucha gente se cerró a su Palabra.

El resultado lo vemos a nuestro derredor. Hay mucha gente que trata de seguir sus pasos, pero otros no. Una cosa si es cierta, y es que su fama se ha extendido por todos los lugares. Jesús transmitía una sencillez y humildad que impresionaba con su sabiduría y su autoridad de Palabra. Él sabe quién era y como tal hablaba.

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