jueves, 14 de septiembre de 2017

El hombre se enfada y rechaza todo aquello que le hace sufrir. Sin embargo, no lo ve así, o al menos no se enfurece tanto cuando eso le sucede al vecino. En el fondo nos preocupamos cuando somos nosotros los que experimentamos el sufrimiento. Porque, Jesús experimentó el sufrimiento. Y lo hizo voluntariamente, sin tener ninguna culpa.

Podría quedarse quieto y rechazar ese plan de salvación de Dios. Pero, no fue así. Ni siquiera la Virgen, elegida para ser su Madre rechazó esa difícil misión. Ambos sufrieron voluntariamente por ti y por mí, y lo hicieron en silencio, obedientes a la Voluntad de Dios. No sufrieron por gusto, sino por amor a los demás.

Ofrecieron sus vidas para salvar a todos los hombres. Se entregaron a cumplir voluntariamente la Voluntad del Padre, es decir, amar a todos los hombres hasta el extremo de dar sus vidas. Pero, hay una condición, creer en Él. Se hace necesario la fe y la confianza, que depositada en Él nos dará la Vida Eterna.

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