Se nos hace difícil comprender la Pasión del Señor. Sobre
todo a aquellos hombres que veían en Él al libertador que les iba a sacar del
yugo del pueblo romano. También a nosotros hoy se nos hace difícil comprender
como la Iglesia pasa por momentos difíciles de los que no parece salir. Son
instantes donde nuestra fe está a prueba.
Tampoco entendemos cómo y cuánto nos ama Dios. Nos cuesta
mucho controlar nuestra soberbia y todos los pecados que de ella se derivan.
Somos pronto a experimentar odio, venganza y todo tipo de asedio a imponer
nuestros pensamientos y criterios. Entender que el amor es el arma para vencer
todos estos pecados nos cuesta mucho.
Y sólo con la
cercanía del Señor podemos esperar que el milagro se produzca. Esa es nuestra
fe y también nuestra esperanza. En eso confiamos y en esa confianza nos
acercamos al Señor abandonándonos en sus Manos para, convertir nuestro corazón
de piedra, en un corazón de misericordia y amor.