Supongo que cuando uno se entristece es porque no las tiene
todas contigo. Jesús les había dicho varias veces lo que le iba a suceder. Era
lógico que hubiese algo de tristeza, pero siempre cargada de esperanza y de
gozo, pues la Resurrección era la promesa y la garantía.
Nosotros estamos en la misma situación. Sabemos que Jesús ha
Resucitado, y tenemos la promesa que nosotros también resucitaremos. Luego,
¿qué nos ocurre? Nuestra reacción no es la que se espera. No aparentamos confianza
ni seguridad ni transmitimos esa alegría de sabernos llamados a la
Resurrección.
Es cuestión de fe. Y
la fe no se compra ni se adquiere con entrenamiento. La fe es un don de Dios y,
aparte de pedirla, necesitamos caminar y vivir un proceso de búsqueda con
paciencia y tenacidad. Sobre todo, perseverancia y confianza. Aparecerá cuando
Dios quiera dárnosla, porque Él sabe cuándo y dónde debe dárnosla.
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