martes, 8 de agosto de 2017

Las alegrías y las tristezas son parte de nuestra vida. Las primeras, las asumimos muy bien, con facilidad y alegría, pero, las segundas, se nos atragantan, y pueden afectarnos en el camino de nuestra vida. También, las alegrías hay que saberlas digerir y controlar, porque un desorbitado descontrol puede desorientar nuestra vida.

Y eso ocurre en muchos caminos. El recibir grandes alegrías no, a veces, nos sirve para mejorar, sino para enfrentarnos y empeorar nuestras vidas. Hay muchos que, por tener y poseer mucho, han empobrecido sus vidas y convertirlas en agonías. Y es que, sin Dios, la vida pierde sentido y las riquezas no son la solución.

Una vida sin Dios tiene un rumbo equivocado. Es posible que te sientas seguro en algunos momentos, pero sabes que eso es una quimera y fuegos artificiales. La única seguridad y garantía está en Dios, porque, Él es Señor de la vida y la muerte, y todo lo demás son fuegos de artificios que se queman y desaparecen.

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