viernes, 14 de julio de 2017

Sin lugar a duda, si la vida, ya de por sí, es un peligro, cuánto más la de un cristiano. Un cristiano que tiene que enfrentarse, en un mundo de lobos, lleno de paz y de amor. Un cristiano cuyo lema y meta es vivir el esfuerzo y la actitud de amar y perdonar.

Porque el Evangelio, la Buena Noticia de salvación se concreta en esas dos palabras: Amar y perdonar. Palabras que el mundo olvida y esconde en este mundo. Donde lo que prima es el poder, la fuerza y el éxito. Y dónde la Palabra de Dios se rechaza o se toma con indiferencia.

Nuestra esperanza está en el Señor. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna, y en Él nos atrevemos a seguir adelante y a soportar, como hizo Él, todo martirio, injuria, blasfemia, sufrimiento y peligros, Y toda clase de incomodidades. Nuestra meta es la Cruz, tal y como Él padeció. Y no lo hacemos confiados en nuestras fuerzas, porque no podríamos. Lo hacemos abandonados y confiados en Él.

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