Sin lugar a duda, si la vida, ya de por sí, es un peligro,
cuánto más la de un cristiano. Un cristiano que tiene que enfrentarse, en un
mundo de lobos, lleno de paz y de amor. Un cristiano cuyo lema y meta es vivir
el esfuerzo y la actitud de amar y perdonar.
Porque el Evangelio, la Buena Noticia de salvación se
concreta en esas dos palabras: Amar y perdonar. Palabras que el mundo olvida y
esconde en este mundo. Donde lo que prima es el poder, la fuerza y el éxito. Y
dónde la Palabra de Dios se rechaza o se toma con indiferencia.
Nuestra esperanza
está en el Señor. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna, y en Él nos atrevemos a
seguir adelante y a soportar, como hizo Él, todo martirio, injuria, blasfemia,
sufrimiento y peligros, Y toda clase de incomodidades. Nuestra meta es la Cruz,
tal y como Él padeció. Y no lo hacemos confiados en nuestras fuerzas, porque no
podríamos. Lo hacemos abandonados y confiados en Él.
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