miércoles, 21 de junio de 2017

Todos, por propia experiencia, reconocemos que ser humildes es lo perfecto y lo bueno. Es el ideal, pero experimentamos que nos cuesta ocultar nuestros logros y exhibir nuestros éxitos. Y que necesitamos ser reconocidos por los demás. Nos sentimos mal cuando nuestro esfuerzo pasa desapercibido. Y eso se nota en nuestros grupos o comunidades y asambleas.

Quizás busquemos ese premio, alabanza u honor adjudicándonos antes y por los demás. Aún, a sabiendas, de que no lo reconozcamos, e, incluso no lo merezcamos. El Evangelio de hoy nos habla de ser humildes y no practicar nuestra justicia delante de los hombres, para no ser visto por ellos. Sobre todo con el propósito de lucirnos y que nos vean. Y pasar aparentemente como lo que no somos.

Tratemos, pues, de vivir en coherencia de pensamiento y vida, con nuestras obras y realidades. Mostrémonos tal y como somos, confiados en que no somos nosotros quienes cambiamos, sino que es Dios quien nos cambia nuestro corazón imperfecto e impuro, en uno perfecto y puro. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.