domingo, 11 de junio de 2017

La prueba de amor con la que Dios ama al mundo es insuperable. Tanto fue su locura de amor que envía al mundo a su Hijo único para que, entregando su Vida, redima a todos los hombres. Pero exige una condición, la de la fe. Salvará su Hijo a aquellos que crean en Él.

Esa es la condición y la prueba que nos da el pasaporte para la eternidad. Porque, Dios, nuestro Padre, no nos envía a su Hijo para juzgarnos. Sabe de nuestros pecados y de nuestra dureza de corazón. Sabe de nuestras debilidades y de nuestra impotencia, pero, a pesar de eso, quiere salvarnos contando con cada uno de nosotros.

Sólo exige fe y confianza. Así lo hizo con María, con José, con Abrahán, con Moisés, con Jacob y con todos los que a lo largo de la historia de salvación fueron confiando en Él. Y también preparó su Iglesia eligiendo a los débiles y pobres, para que su Poder fuese manifiesto.

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