sábado, 3 de junio de 2017

Ha ocurrido muchas veces entre familias que, los talentos de unos molestan a otros. No hay alegría general por los logros de unos, sino que genera envidias y disputas. Ocurrió con aquel padre amoroso que, regresando su hijo menor, el mayor enfadó porque su padre la había recibido con alegría y fiesta.

Y nos molesta que nuestro padre sea generoso con los demás, incluso con nuestros propios hermanos. No resistimos que, a los débiles o que no cumplen, les perdone. Exigimos que todos se porten como nosotros lo entendemos. Sin embargo, cuando se trata de nosotros pensamos de otra forma.

¿Nos importa a nosotros lo que hace nuestro padre? ¿Tenemos derecho y autoridad para imponerle lo que nosotros sentimos o nos gustaría? ¿Nos gustaría que a nosotros se nos perdonase nuestras debilidades y errores o faltas? Son preguntas que nos pueden ayudar a reflexionar y, con ayuda del Espíritu Santo, encontrar luz para entenderlas.

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