Sin embargo, Jesús nos descubre que seguirle nos trae
complicaciones, preocupaciones y sufrimientos. Es extraño, pero seguir a Jesús
significa tomar tu propia cruz y padecer como Él padeció. No hay engaño, pues
habla muy claro y nos avisa al respecto.
Sabe que nuestra fe va a pasar por muchas pruebas, y pruebas
duras que nos pondrán a prueba, valga la redundancia. Por eso nos matiza
nuestra fe y alegría: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y
ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis
solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
Pero nos alienta y nos da esperanza y ánimo. Sabe
de nuestra debilidad y nos transmite que con Él venceremos también al mundo. Y
nos repite: Os he dicho estas cosas para
que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he
vencido al mundo».
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