El hombre prima más por los bienes materiales que los
espirituales. A todo esto, su ceguera es enorme, pues los bienes materiales son
caducos y pierden todo su valor. Sin embargo, lo que se perpetúa son los
valores espirituales que hablan de la verdad, la justicia y el amor.
El hombre se ha vuelto pragmático y ha puesto su mirada sólo
en la material, en lo que tiene valor inmediato y se hace presente al instante.
Y eso busca y defiende, cayendo en la trampa de la apariencia y el espejismo.
Porque, de la misma manera que aparece, desaparece.
Los frutos que tienen
verdadero valor son los que se obtienen unidos al Señor. Porque, sólo en Él
podemos dar frutos que tienen valor para la Vida Eterna. La verdadera Vida por
la que hay que trabajar y la que hay que buscar. Frutos de Vida Eterna.
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