Y te ves impotente ante tanta tragedia y tanto desorden, que
muchos aprovechan como oportunidad para beneficiarse a costa del sufrimiento de
otros. En ese espectro social, los cristianos tenemos que ser sensibles y
tender nuestra mano. Y lo estamos haciendo. Posiblemente, unos más que otros,
pero todos son necesarios para resistir y cambiar la situación.
Hay que colaborar desde nuestras capacidades y medios. Desde
nuestras comunidades y parroquias y con los medios que cada uno tengan.
Tendremos que repartir nuestro pan, partiéndonos, compartiéndonos y repartiéndonos,
con nuestro esfuerzo y posibilidades. Y también con nuestras oraciones.
Pongamos nuestros
cinco panes y peces, y el Señor pondrá lo que resta para dar de comer a todos
los que pasan hambre y sed, tanto
material como espiritual. Confiemos en el Señor y demos nuestro humilde cesto
con lo que tengamos a nuestro alcance. El Señor se encargará de lo que falte.
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