No se puede pensar en otra cosa, porque, tras la muerte que
nos acecha y nos aguarda, hay esperanza de vida, de Vida Eterna. Pero de una
Vida que se descubre, tras ser atravesado su costado y manar agua y sangre, en
el Bautismo y Eucaristía. Dos Sacramentos necesarios para la Vida Eterna.
Es la Vida nueva que Jesús, tras su muerte en la Cruz nos
ofrece y nos descubre. Una Vida transformada en un Reino nuevo. Un Reino de
verdad, de justicia, de amor y de paz. Ese Reino que todos los hombres buscan
en el poder, la riqueza y la ambición y, equivocados se destruyen.
Porque sólo en el
Amor se puede encontrar. Un Amor que al propio Jesús le llevó a entregarse, a
partirse y repartirse. Y a darlo todo hasta el extremo de entregar su propia
vida por verdadero amor. Es ahí donde tendremos que buscar ese nuevo Reino,
porque dándonos en amor lo encontramos.
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