Nos cuesta bastante controlarnos y dominar nuestros
instintos críticos. Y, mucho más, guardarlos. Nos atrae el comentar y hablar de
otros, y, eso sí, quizás sin darnos mucha cuenta, juzgar y condenar. Estamos
muy dispuestos a comparar y a juzgar. Y no tanto a perdonar.
Invertimos nuestro tiempo en juzgar; en condenar; en no
perdonar; en no dar ni compartir y, a pesar de que sabemos que eso está mal,
insistimos en hacerlo. Nos cuesta mucho abstenernos. Y no nos damos cuenta que
en la medida que lo hagamos, pasará también con nosotros.
Porque, según tú lo hagas, también lo hará contigo tu Padre
Dios. Es eso lo que precisamente nos dice hoy en el Evangelio: «Sed compasivos,
como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis
y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una
medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros
vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.