Las cosas se suceden por su propia inercia. El mundo echa a
andar y tiene sus leyes. Leyes que, en muchos casos son deterioradas por el mal
uso de los hombres. Entonces su funcionamiento se altera y se producen
fenómenos anormales y trágicos. Lo padecen los mismos hombres.
En este contexto, la desobediencia del hombre trae
consecuencias que inciden en él mismo. Y la acción de Dios, por Amor y
Misericordia, le libra, en muchos momentos, de esos peligros. Todo para
ayudarle al hombre a abrir los ojos y darse cuenta que Dios es el Señor de todo
lo visible e invisible.
La cuestión es que,
el hombre experimenta sus propias limitaciones y se da cuenta que la vida, sin
Dios, está condenada al sufrimiento y el infierno. Darle la espalda al Señor es
caminar por una vida sin sentido y absurda. La única esperanza es encontrarse
con el Creador, Señor de la vida y la muerte.
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