viernes, 3 de marzo de 2017



La fiesta es algo consustancial a la persona humana. Todo esfuerzo, todo logro, todo trabajo culmina con una celebración. Los acontecimientos de nuestra vida, nacimiento, cumpleaños, bodas, éxitos y hasta la muerte, tienes sus correspondientes celebraciones.

Por lo tanto, no podemos ponernos tristes cuando la ocasión requiere estar alegres. Ni tampoco ayunar cuando estamos invitados a comer y festejarlo. Es la enseñanza que hoy Jesús nos propone en el Evangelio. Cada tiempo demanda su momento y su estado. 

Llegarán circunstancias que se hace necesario el ayuno, la abstinencia, el sacrificio y la mortificación. Llegarán días de renuncias, de trabajo y sacrificios que nos exigirán darnos y entregarnos solidariamente por compartir los problemas con otros y aliviarnos en la medida que podamos.

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