En el camino el hombre se cansa. Y el cansancio se repone
con el agua y los alimentos. Hay que tenerlos y buscarlos. Sin embargo, ocurre
que muchos hombres con lo indispensable y necesario no quedan satisfechos. El
hombre descubre que detrás de las necesidades materiales hay otras, quizás, en
apariencias, no más importantes, pero en realidad, sí, más importantes.
Porque lo material se consume y se gasta. E incluso llega a
gastarse y a caducar. Su futuro está limitado y esa limitación las hace
perecederas y finitas. Entonces su gozo no es pleno y la felicidad eterna que
el hombre persigue se ve limitada. Luego, su importancia no es del todo la
mayor.
Porque el hombre
ansía ser eterno y alcanzar plenamente el gozo y la felicidad. Y eso, descubre,
que no lo consigue con las cosas materiales, que le satisfacen, pero no le dan
plenitud. Por lo tanto, buscamos esa agua que se convierta dentro de nosotros
en una fuente de agua que brota y mana eternamente. Esa agua que Jesús nos
promete y que nos sacia eternamente.
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