jueves, 30 de marzo de 2017

El testimonio nunca es válido, o, al menos se pone en duda, cuando sale de tu misma boca. Porque, ¿qué vas a decir? Es lo que piensan todos. Tampoco es tomado como válido en lo referente a pleitos jurídicos. Por eso hay que llevar testigos. Porque son ellos los que darán validez a tu palabra.

Hoy, Jesús, en el Evangelio habla de eso. Y su Palabra y testimonio viene avalado por el Padre, que lo envía y lo presenta. Lo hace en el Jordán, en su Bautizo – Mt 3, 13-17-, y también en el Tabor –Mt 17, 1-9-; también lo hace Juan, que le allana el camino, y las Sagradas Escrituras donde se contempla que todas las profecías se cumplen en Él.

No viene, pues, Jesús por su cuenta. Sí, viene voluntariamente, pero enviado por el Padre a hacer su Voluntad. Voluntad que realiza de Palabra y con su vida, en sus Obras. Dando testimonio de que viene, enviado por su Padre, a rescatar a todos los hombres del pecado.

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