El hombre pide pruebas ante
la pérdida de confianza. Quiere asegurarse y espera que le demuestren con
signos y prodigios que está equivocado. Sabe que este mundo es caduco, pero se
resiste a vivirlo con verdadero amor. Y quiere asegurarse que esa es el arma.
No sabe cómo descubrirla y
ante tantas desilusiones y malos testimonios se enrosca y se refugia en el
pecado. Acepta la oferta del mundo y toma lo primero, lo más inmediato para
calmar sus decepciones y sufrimientos. Así, sin darse cuenta se aleja, cada vez
más, de lo que realmente busca y quiere.
Ignora que ahí, en el dolor, en las frustraciones y
sacrificios se esconde el Tesoro que busca. Que esos sentimientos que le perturban,
debe dominarlos y someterlos al bien. Que está dotado de voluntad y libertad
para elegir la puerta ancha o la estrecha. Y que es esa, la puerta estrecha, la
que contiene el arma que busca, el amor.
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