La realidad es que nos resulta difícil mantener la
concentración firme cuando tratamos de atender varias cosas a la vez. Puesto la
mirada en un lugar, difícilmente sabremos que ocurre en el otro. Por eso, para
seguir a alguien hay que dejar lo demás y fijarse bien en el camino.
Hoy, Jesús, en el Evangelio nos habla de este problema. No
podrás estar a medias aguas, porque ni harás una cosa ni la otra. O el mundo, o
con Dios. Tus oídos escucharán a uno, pero no podrán escuchar al otro. Y de la
misma manera servirán a uno y dejarán de servir al otro.
Por lo tanto, tendrás
que centrarte en Dios si le quieres seguir, y despojarte de las cosas del
mundo. Ello te exigirá firmeza y voluntad que, sólo Dios puede darte. En Él
encontrarás la fortaleza y la sabiduría para vencer al mundo y serle fiel a Él.
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