Cuando se da una prerrogativa resulta que luego se
distorsiona y se va extendiendo a los propios egoísmos de cada cual. Se dice
esto, pero luego se hace lo que cada cual le apetece. Y así se repudiaba a la
mujer por un descuido doméstico. Todo por conseguir lo que se pretendía.
¿A dónde nos conduciría eso? Tenemos ejemplos históricos como el de Pompeya y otros
que han llegado a la corrupción moral. Los pueblos se destruyen cuando las
familias no se protegen, y desaparecen cuando matan. Y esos problemas ya están
en el horizonte y empiezan a descubrirse.
Por eso, Jesús nos lo dice hoy en el Evangelio muy
claramente: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio
contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete
adulterio».
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